El mito Potosí
Como dijo Cervantes: “Si yo te hubiera de pagar […] el tesoro de Venecia, las minas del Potosí fueran poco para pagarte», tal era la fama de la riqueza de Potosí.
Alrededor de 1545, los conquistadores españoles descubrieron lo más cercano al El Dorado: el Cerro Rico. Esta montaña, en cuya sombra se esconde la ciudad de Potosí, dio pie a la explotación masiva de plata.

Casi cinco siglos después, lo que alguna vez fue un majestuoso pico de 4700 metros se ha transformado en un laberinto de minas inestables hasta tal punto que está prohibida la explotación por encima de los 4400 m. Otra cosa es que se ataje la norma ya que la minería sigue siendo el motor económico de la región. La provincia de Potosí posee una riqueza mineral diversa: plata, estaño, plomo y zinc, así como litio en el Salar de Uyuni.
Cicatrices de la historia
La Corona Española implementó el sistema de trabajo forzado conocido como la mita. Bajo condiciones infrahumanas, los indígenas eran obligados a trabajar en las minas, enfrentándose a derrumbes y enfermedades. Hoy en día los peligros aún son los mismos y el trabajo, aunque se supone que no es forzado, es la principal fuente de ingreso para muchas familias en Potosí.
Descenso al inframundo
Visitamos las minas de Potosí en lo que, al final, es un tour turístico, pero que supone un sustento alternativo para la comunidad. El tour es surrealista y arriesgado. Las medidas de seguridad son las que son y no es que las mejoren para los turistas. Nos adentramos por las puertas a un infierno.

Los mineros trabajan durante horas (algunos hasta 24 horas seguidas) en la oscuridad, con apenas un pequeño foco de luz, mascando hojas de coca y bebiendo alcohol de 96°. Todo acompañado de una sinfonía caótica de explosiones de dinamita. Usan la dinamita para ir abriendo huecos, luego sacan los minerales con carretillas. Allí se amontonan hasta que hay suficiente para cargar un camión.



Los minerales extraídos se llevan a las empresas mineras, donde se procesan utilizando métodos mecánicos pero simples. Este proceso requiere grandes cantidades de agua, un recurso escaso en la región. Según nuestro guía, la ciudad solo tiene agua durante una hora, mientras que las empresas mineras tienen un suministro constante.
Según la Corporación Minera de Bolivia, alrededor de 12 000 personas trabajan en y para las minas. La BBC, a su vez, habla de unos 1500 mineros, una cifra que coincide con las proporcionada por nuestro guía. Mayormente son hombres adultos porque las mujeres suponen mal augurio, aunque lamentablemente también hay menores que “ayudan”, a pesar de ser ilegal. Nuestro guía nos informa que «ya no trabajan niños en las minas […], a partir de 14 años están ayudando». Claramente, la práctica no se ha erradicado aún.

Entre la fe y la desesperación
La vida en las minas está llena de peligros. Para enfrentar estos desafíos, los mineros veneran a la Pachamama, la madre tierra, de quien creen que proviene su riqueza, y rinden culto al Tío, una deidad de la mina, con hojas de coca, alcohol y cigarros para obtener su protección cada vez que cruzan el umbral al subsuelo.