Buscando serpientes en Bolivia

Expedición a la selva

Se acaba de poner el sol, pero en plena selva amazónica ya hace rato que no llega la luz al suelo. La oscuridad es total, solo se ven las luces de las linternas. Vestidos con botas altas y pantalones largos y armados con ganchos y cámaras nos adentramos en el bosque. La noche se hace lenta, caminamos solo seis kilómetros en diez horas, pero vamos con cuidado y mirando debajo de todo lo que podría servir de escondite. Nos topamos con arañas bananeras (altamente venenosas), un tamandúa u oso hormiguero de árbol, huellas de puma… y con ocho serpientes, aunque ninguna de las letales que era el objetivo principal de la expedición. Esas las veremos una semana después.

Objetivo: encontrar serpientes

La mayoría de las serpientes que existen son culebras o grandes constrictoras, es decir, no son venenosas. En Bolivia solo hay cuatro tipos de serpientes potencialmente letales: la yoperojobobo (bothrops neuwiedi), pucarara (lachesis muta), cascabel (crotalus durissus) y la coral (micrurus). Durante las dos noches junto al grupo de biólogos expertos en herpetología solo vimos solo culebras. Su objetivo era analizar la biodiversidad en un área concreta, no porque estén investigando, sino porque trabajan para una agencia de viajes de aventuras que está expandiendo su oferta en el campo de avistamiento de serpientes.

Expeditionsteam bei José.
Equipo de expedición en lo de José. Foto: Michael Schumacher

Caza ilegal en Bolivia

El bosque es de José, un alemán que se vino hace 30 años a Bolivia. Vive de manera humilde y defiende sus 50 hectáreas cada noche de los cazadores ilegales. Una tarea extenuante. La caza de animales salvajes vulnerables está prohibida en Bolivia, en teoría. En la práctica, se oyen disparos de escopeta todas las noches. Los animales acaban en los restaurantes donde ofrecen la carne de caimán, armadillo, mono, etc. O en el mercado negro como remedio natural: dientes de jaguar (ved el documental Tigre gente). Las crías las venden a coleccionistas. ¿A quién no le gusta tener un monito lindo o un bebé ocelote en casa? (Nótese la ironía).

10-Jährige Pucarara in Bolivien
Lachesis muta con 10 años.
Foto: Michael Schumacher

Mordeduras de serpiente

Vuelta a las serpientes. Las grandes también son víctimas de cazadores furtivos que buscan lucrarse con la piel o a saber qué otra magia esconden. Y las venenosas o las que se parecen a ellas las matan por miedo o asco. La OMS estima que en Bolivia se dan 6000 casos de mordeduras de serpientes al año. Se dan, sobre todo, en zonas rurales cuando los campesinos trabajan los campos sin los zapatos adecuados.

Sin embargo, una mordedura no acaba siempre con la muerte y el veneno tarda su tiempo en tener efecto. Además, las instituciones médicas de la región están bien equipadas con antídotos. Hay suero antiofídico hasta en las farmacias. Es un único suero que se utiliza para tres tipos de víboras: yoperojobobo, pucarara y cascabel. El peligro, más que en el veneno en sí, recae en una posible reacción alérgica al suero.

La cuarta serpiente venenosa, las serpientes corales, no tienen suero disponible. Es demasiado caro y apenas se necesita. Lo que tiene una explicación lógica: las corales son serpientes tranquilas, solo muerden cuando uno las incordia activamente, e incluso entonces no inyectan veneno en cada mordedura. La pucarara es parecida. Impresiona por el gran tamaño que alcanza, pero no son agresivas -mientras se las deje en paz.

Micrurus en Ecuador. Foto: Michael Schumacher

En cambio, las yoperojobobos no son buenas amigas. Son las que más mordeduras provocan. Son cazadoras que confían en su veneno. Y si notan que algo se acerca se quedan quietas, confían en que su patrón las camufle bien, y si no fuese el caso, aún pueden morder a la víctima.

Pequeña boa constrictor. Foto: Michael Schumacher

Pero como con cualquier animal, si se las deja en paz, no hacen nada.

Cría de serpiente de Toni

Bothrops grande. Foto: Michael Schumacher

La pucarara y la yoperojobobo las vimos finalmente en casa de Toni. Un italiano que también lleva 30 años en Bolivia y compró 360 hectáreas para crear una reserva. Además, empezó con la cría de serpientes. La idea era vender el veneno. Durante un tiempo, lo enviaba a Argentina a un médico que producía glóbulos homeopáticos. En sus mejores tiempos tenía hasta 120 serpientes. Aunque no terminaron saliendo las cuentas. Ya solo le quedan unas 8 yoperojobobos y 20 pucararas, pero ya no tienen un uso real. A veces vienen unos turistas (es muy difícil llegar y apenas conocido) e investigadores de diferentes universidades. Normalmente para investigar la biodiversidad en general, sobre todo insectos.

Me pregunto qué se podría hacer. Habría que liberarlas en realidad, pero claro, a la mayoría de la gente no le hace ni una pizca de gracia que haya más serpientes venenosas. Imagina el escándalo que generaría. Así que, allí siguen. A nosotros nos ha dado la oportunidad de verlas. Aunque la yoperojobobo también la vimos a la noche libre en mitad del bosque cuando fuimos a dar una vuelta. Y también vimos una pequeña boa constrictor, preciosa.

Bothrops pequeña en el bosque. Foto: Michael Schumacher

Las serpientes son una especie que generan mucho miedo. Además, muchas especies aun ni se han descrito científicamente y queda mucho por descubrir. Pero lo que sí se sabe es que son esenciales para mantener el equilibrio en un ecosistema. Solo se necesitaría algo de esfuerzo e inversión en educación civil (no solo en las Américas, también en Europa) y la gente sabría que no presentan ningún peligro. Sólo hay que dejarlas en paz.

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