En el Pantanal vimos muchos animales, por ello va aquí un breve resumen de nuestros encuentros con los mamíferos.
Gran oso hormiguero
Tras 10 horas conduciendo, en los últimos 40 km en la carretera de ripio, de repente tuvimos que parar. Allí, con el sol poniéndose, un oso hormiguero. Iba caminando entre las vacas en busca de comida.
Los osos hormigueros pueden llegar a medir 2 metros (con cola) y pesar 40 kg. Este tampoco era precisamente pequeño, pero caminaba tranquilamente de un lado a otro en busca de hormigas y termitas, de las que come hasta 35 000 al día.
Tuvimos mucha suerte, los Tamandua Bandeira (como los llaman en Brasil) son animales solitarios y ocupan un territorio de varios kilómetros cuadrados. Sólo vimos dos, uno el primer día en el Pantanal y otro el penúltimo.

Tardamos mucho en ver al pequeño oso hormiguero o tamandúa. A menudo se le veía atropellado en la cuneta. Pero en Bolivia tuvimos suerte a las 4 de la mañana en lo alto de un árbol.
Jaguar
A lo lejos algo cruzó la carretera. Tardamos en darnos cuenta de que podría haber sido un jaguar, pero las huellas en la arena lo confirmaron. Bueno, aún nos quedan unas semanas en el Pantanal, pensamos, seguro que vemos uno.

Bueno, al final no fue tan fácil. En el viaje en barco de Corumbá a Porto Jofre no tuvimos suerte. Y en la primera excursión que hicimos para verlos no nos quedó más remedio que intuir que debajo del arbusto había un jaguar. En teoría, el Pantanal es uno de los lugares más fáciles para avistar jaguares por la gran densidad que hay. Pero terminamos viendolos.
Queríamos parar brevemente en el río Pixaim y luego decidir dónde pasar la noche, pero al salir del coche, Cora vio algo y cogió rápidamente los prismáticos. No era más que otro montón de hojas, pensó, y Michi se rio de ella. Pero ¡qué va!, volvimos a mirar y allí estaba ella, observándonos desde la otra orilla. El patrón del pelaje hace casi imposible ver a los jaguares entre la maleza. Se esconden increíblemente bien. En caso de que consigues verlos, puedes identificarlos por su patrón, porque como la huella dactilar de una persona, cada pelaje es único.
Sin embargo, muchos otros viajeros nos contaron que habían pasado horas observando a un jaguar. Así que decidimos intentarlo de nuevo. Regresamos por la Transpantaneira y volvimos a llamar a la puerta de Yuca. Yuca es pescador y puso su hijo y barca a nuestra disposición.
Tocaba intentarlo de nuevo.

Salimos a las 7 de la mañana y no vimos nada hasta las 11. Pero entonces, río abajo, estaba sentado en lo alto de la orilla. Bororo. Un gran jaguar macho. Definitivamente no le causamos ninguna impresión, únicamente miró a su alrededor, cambió de posición y siguió durmiendo. En algún momento, unos monos se acercaron que eran bastante más interesantes. Pero primero, terminó su siesta. ¡Qué otra cosa iba a hacer a 35 grados a la sombra!
En algún momento le entró hambre y se puso a la búsqueda. Los jaguares cazan sobre todo ciervos, armadillos, monos y perezosos, aunque en el Pantanal también les gusta cazar caimanes. No les asusta el agua, así que lo acompañamos río abajo a cazar. Una y otra vez cruzaba el río a nado y miraba atentamente a ver qué podía haber en el agua para acercarse sigilosamente. No tuvimos suerte y los caimanes siempre huían. De algún modo, lo sentían, porque, de repente, ya casi no había caimanes y hasta entonces ni la barca los había molestado.
Normalmente, los jaguares viven en territorios enormes, pero en el Pantanal hay tantas presas y tan alta densidad de jaguares que viven mucho más juntos, lo que está genial para observarlos. Tras tres horas con Bororo, nos volvimos y de camino nos encontramos con una madre con dos crías y otros dos machos nadando. ¡Por fin tuvimos suerte!
Tapir

El tapir, o Anta en Sudamérica, es el mayor herbívoro de las selvas neotropicales. Este animal ya existe desde hace 14 millones de años y antaño era muy diverso. Hoy sólo quedan cinco especies vivas. Cuatro de ellas viven en América Central y del Sur, y la quinta, en el Sudeste Asiático. Los tapires son nocturnos y viven cerca del agua. En nuestro caso, pudimos observar al tapir en el Pantanal dos veces durante el día. Una vez muy brevemente durante una caminata. Se paró frente a nosotros en medio del camino. Los tres nos quedamos quietos durante unos segundos, hasta que el tapir decidió que sí que éramos un peligro y huyó a través del bosque. Afortunadamente, porque los tapires saben defenderse bien con sus grandes caninos.
Unos días después, a última hora de la tarde, vimos otro tapir mucho más grande buscando comida. Caminaba relajado entre los arbustos hasta que se sentó en un estanque a descansar. Lo pudimos observar tranquilamente desde la carretera.
Los tapires son un factor ecológico importante en los bosques tropicales, ya que esparcen semillas por todas partes con sus heces. Por desgracia, cada vez hay menos animales, son presa de los gatos y caimanes, pero la mayor amenaza la representa el ser humano que también los caza y destruye su hábitat.
Nutria gigante
Vimos nuestra primera nutria gigante en el río Miranda, en Mato Grosso do Sul. Y no solo nos parecía interesante a nosotros. La nutria, un animal bastante tímido, se acercó al barco y nos miró muy de cerca. Pueden medir hasta dos metros y pesar más de 20 kg por lo que es la nutria más grande de agua dulce.
En la misma zona que la nutria gigante, la ararinha en Brasil, vive la nutria sudamericana que es más pequeña, la lontra. Definitivamente vimos ambas, pero no estamos seguros de cuándo cuál, ya que los guías siempre hablaban un poco de las dos.

Sí que vimos varias parejas jugando o cazando, e incluso vimos a una comiendo. Muerden toda la cabeza del pez de golpe, y con los ojos nublados y los pequeños dientes afilados, ya no parecen tan lindos. Pero, sin duda, increíble verlos.
Capibara

El capibara o carpincho pertenece a la familia de las cobayas y, con sus hasta 65 kg, es el roedor vivo más grande.
En Brasil, los vimos cada dos por tres. Viven al este de los Andes principalmente en el agua. A pesar de su corpulencia y aparente torpeza, se mueven rápidamente en el agua gracias a los pies palmeadas. Al atardecer, se acercan a la orilla para comer hierba.
A veces, los capibaras parecen indomables e intrépidos. Los vimos cruzar estanques llenos de caimanes. Probablemente, esos individuos ya eran lo suficientemente grandes como para que los caimanes dejaran de ser un peligro real, porque lo que sí que está seguro, es que los caimanes también comen capibaras.
He aquí unos cuantos mamíferos. También vimos ciervos y zorros y además hay muchos otros felinos salvajes. Pero enumerar aquí cada animal sería ir muy lejos. Por ello, aquí os dejamos los que más destacaron. Quizá en otra ocasión os presentemos más.